miércoles, 11 de agosto de 2010

Aún nos quedan luchas

Todos acudieron y alumbraron con sus lámparas. En un recodo de la galería, pegado al techo y en el eje destinado a sostener la polea del cable, en la extremidad que apuntaba al fondo del túnel, había un gran bulto suspendido. Aquella masa voluminosa que despedía un olor penetrante de carne quemada, era el cuerpo del ingeniero jefe. La punta de la gruesa barra de hierro habíale penetrado en el vientre y sobresalía más de un metro por entre los hombros. Con la horrible violencia del choque, la barra se había torcido y costó gran trabajo sacarlo de allí. Retirado el cadáver, como las ropas convertidas en pavesas se deshacían al más ligero contacto, los obreros se despojaron de sus blusas y lo cubrieron con ellas piadosamente. En sus rudas almas no había asomo de odio ni de rencor. Puestos en marcha con la camilla sobre los hombros, respiraban con fatiga bajo el peso aplastador de aquel muerto que seguía gravitando sobre ellos, como una montaña en la cual la humanidad y los siglos habían amontonado soberbia, egoísmo y ferocidad.
EL GRISÚ (BALDOMERO LILLO, SIGLO XIX)

Treinta y tres mineros chilenos se encuentran sepultados bajo el suelo y es la tierra, la misma tierra la que vacía nuestras esperanzas de encontrarlos con vida. Lo más penoso es que la mina San José, en el norte de Chile había sido clausurada varias veces por su peligrosidad y pésimas condiciones de seguridad. Estamos en pleno siglo XXI, la lucha por los derechos laborales cobró vidas humanas durante el siglo pasado, cayeron gobiernos y subieron otros prometiendo y haciendo, hoy las consignas de la izquierda que defendía al proletariado, ya no tienen bandera, están en la boca de la derecha política. Entonces ¿Qué nos ha sucedido? Algunos sostienen que se acabaron las luchas, pero yo creo que sigue siendo el más pobre, el último eslabón de la cadena productiva.
Hoy me siento triste y angustiada, están a más de treinta grados de calor, en la oscuridad, tal vez algunos sin vida ¿Que les queda? ¿Que nos queda? La fe...la fe en Dios, la fe en la subcultura minera que no conocemos y que creo hará surgir a uno o más líderes que les permitan resistir...la fe en el ser humano que tiene algo de divino y en quienes creemos que las cosas pueden y tienen que cambiar

5 comentarios:

irene dijo...

Comprendo tu tristeza, hechos así deberían entristecernos a todos, no hay derecho que todavía ocurran estas cosas por las que, desgraciadamente, siempre pierden los más débiles.
Espero y deseo que esto cambie algún día, y que sea lo antes posible.
Muchos besos, Paolav.

esteban lob dijo...

Hola Paola:
En estas inquietantes circunstancias, es la fe que destacas el gran baluarte para pensar en los infortunados mineros.

Un beso.

Jayja para tí... dijo...

Querida Paola, me siento triste, aveargonzada, una vez más de ser hombre!, como alguien famoso un día creo que dijo, porque sé que la mayor parte de las culpas del dolor de la humanidad, la tienen los hombres! que triste que el dolor y la injusticia no toque el corazón definitivamente de nuestra especie y seamos dignos en el futuro de la palabra "humanidad", un beso, lo siento, Jayja

paolav dijo...

Irene, Esteban y Jayja: muchas gracias por sus palabras y por su gran corazón que comparten conmigo.
Un fuerte abrazo

Patricia Angulo dijo...

Termino de leerte y me quedo sumida en la preocupación...
Aquí leo que me dejas...que te llevas...

Te dejo la cuota de fe que hay que tener aún cuando todo dice que no es posible, el milagro de la vida y me llevo una sensación de injusticia por la soberbia con la que algunos poderosos utilizan la vida de los mismos de siempre. Pasan los siglos, pasan los gobiernos pero el que paga los platos rotos siempre es el mismo.

Un abrazo Paola, espero buenas noticias!