Cierra estas palabras como un círculo,
como un aro, échalo a rodar, enciéndelo.
Estas cosas giran en torno a mí igual que moscas,
en mi garganta como moscas en un frasco.Jaime Sabines
Sentí una pena enorme, ni siquiera salía el olor a café, se quebró una pieza en su interior. - Es un presagio - sentí - y me dolió. No era cualquier artefacto, era mi artefacto favorito, adoraba preparar nuestro café por las mañanas, es una de las pocas cosas que sé hacer en la cocina. Tal vez no lo sabías, pero cada cosa que hice en ella, fue una odisea, nunca me he sentido segura en ese lugar, será porque mi abuela, que era cocinera de oficio, no me dejaba nunca entrar en ella, como un mensaje en el que nos decía ¡No! no serás una pobre cocinera, tú estudiarás.
De todas formas, quería tomar algo caliente, abrí el mueble para sacar un tazón y ¿adivina qué? Me encuentro a boca de jarro con las famosas pastillitas endulzantes que nunca estuvieron cuando las necesitamos. Las cogí con mis dedos largos y, como en un ritual, no le eché azúcar al té, puse la primera pastilla en él, vi como se deshacía y luego dejé caer la siguiente. - Lo hice mal - debía haberlas puesto antes de colocar el agua, cómo tú lo hacías.
Recordé cuanto me decías que eran demasiado las tres cucharadas y al hacérmelo siempre preguntabas - ¿Cuántas de azúcar? - y te reías porque sabías a respuesta. De todas formas, al azúcar casi se me había acabado.